26.8.09

Planteamiento de la Historia

En el tope de nuestra civilización, la madre tierra decide poner un freno a su amenaza más tenaz: el hombre.

La cuarta raza dominante en la historia del planeta, no pudo ser extinta durante el siglo XX, los seres humanos, dotados de prodigiosos avances médicos, un respetable nivel de experimentación genética y sistemas de construcción cada vez más resistentes, sobrevivimos a la habitual purificación natural que el planeta pone en marcha una vez llegadas las plagas a niveles catastróficos.

Durante el primer tercio del siglo XXI, ante el fracaso de los sismos, los huracanes y el calentamiento global, la madre tierra toma una decisión radical, utilizar los cuerpos sin vida de los animales para exterminar a la raza humana.

Entre las numerosas especies animales traídas a la vida figura también el propio homo sapiens. Los muertos son resucitados por la voluntad de la propia naturaleza, las arruinadas células de los cuerpos animales son reactivadas por un súbito impulso vital y se fusionan con las células de las plantas que encuentran a su paso, generando seres reanimados fotosintéticos; muertos vivientes con características vegetales integradas a sus cuerpos animales.


Durante el día de la resurrección, miles de personas son alcanzadas por reanimados que, tras morder sus cabezas, se fusionan con ellos hasta volverse árboles. Con el pasar de los días, los estudios revelan que, durante la fusión entre un vivo y un resucitado, las conexiones nerviosas de los humanos son invadidas por raíces, causando delirios y alucinaciones severas, hasta averiar el cerebro y terminar los cuerpos de ambos seres convertidos en un árbol.

Al parecer los resucitados no tienen voluntad propia, ni se mueven por el simple deseo de alimentarse; resuelven su alimentación a través de la fotosíntesis y buscan a los seres humanos vivos guiados únicamente por los designios de la madre tierra.


Tras seis extenuantes días, en que la muerte camina sobre la faz de la tierra, el ejército de la ONU desarrolla la sustancia química que puede acelerar el ciclo vital de los resucitados y convertirlos precipitadamente en árboles, evitando la fusión con humanos vivos.

Así, el último día llega y la sustancia es vertida desde el cielo sobre las multitudes resucitadas. Enjambres enteros de aviones sobrevuelan las concentraciones de no-muertos y al atardecer todo termina; el planeta experimenta la reforestación más grande en su historia.

Durante dos meses, la constante presencia de moderadas lluvias se vuelve cotidiana en el planeta entero, la raza humana llora entonces el pánico de haber estado al borde de la extinción.

Los informes revelan que los animales vivos no fueron atacados por la plaga de resucitados y que miles de especies hibernaron por mero instinto para protegerse durante los siete días del fenómeno. La ONU informa el 28 de Septiembre del año 2018, un mes después de controlada la resurrección, la pérdida del 54% de su población mundial, las condolencias para las familias desintegradas durante los 7 días y da a conocer el plan sustentable de reconstrucción global a desarrollarse en los siguientes 60 años usando como eje central la presencia del nuevo pulmón forestal del planeta.